Después de unos meses duros por todo lo acontecido con el coronavirus nos abrieron las fronteras, era reticente a viajar todo hay que decirlo, pero viendo como estaba el tema en España e indagando por foros y noticiarios parecía seguro cruzar la frontera para visitar otros países. Un fin de semana en Bucarest, una escapada en verano, con una estancia corta pero que valió mucho la pena.
Echando un vistazo a uno de nuestros mejor amigo de viaje que es skyscanner, consultamos vuelos con salida desde Barcelona y la tecla mágica de destino cualquier lugar, ahí nos apareció Bucarest con un viaje tiradísimo de precio con la compañía de Wizz Air, 35 euros. Decir que esta compañía tiene algunos vuelos en los que si simplemente viajas con una mochila te sale más barato que tomar un Ave a cualquier destino en España, el tema viene cuando quieres añadir equipaje y entonces el precio sube.
Al lío que me enrollo, viajé con mi hijo Miguel de 14 años, la primera vez que viajamos solos. Tomamos el vuelo el viernes a las 21h desde Barcelona, 3 horas más o menos de viaje sumado a que en Rumanía hay una hora más hizo que llegáramos pasada la media noche.
Recogemos la maleta y ahora viene nuestra primera aventura, a esas horas la única opción era la de tomar un taxi, comparado con otras ciudades europeas hasta puede ser una ganga y por 8-9 euros estás en el centro. Cierto es que ya me habían hablado de los taxistas en Rumanía, que te intentan engañar, que tienen malas pulgas etc. Así que tal como me estuve informando saqué un ticket de taxi en las máquinas del aeropuerto, para que no hubiera problema en el cobro final, ya que al ir a la máquina (tiene opción de castellano) te da la opción de diferentes compañías de taxi y el precio en Leu (la moneda rumana) por kilómetro recorrido. Imprimes el recibo, te da la matrícula del taxi que viene a buscarte y el precio/km.
Salimos y dejé a Miguel un momento esperando al taxi mientras iba a un cajero automático, ya que para pagar el taxi me haría falta moneda local, no sé si cobrarían con tarjeta pero mejor evitarlo. Cuando salgo veo que acababa de llegar el taxista y estaba hablando de malas formas a Miguel, al verme llegar intento comunicarme con él, pensaba que mi nivel de inglés era malo pero siempre hay quien te gana. Le enseño directamente que nos hospedamos en NF Palace OLD City, no debe ser un hotel conocido ya que está dentro de un edificio y tampoco tiene un cartel en la puerta, por lo que nos lleva para allí.
Primera toma de contacto de una Bucarest nocturna en las que se nota el pasado comunista en las construcciones de los edificios, viaje bastante corto que nos deja en la calle del hotel, veo en el taxímetro que marca 39 Leu, voy a pagar y saco la cartera, directamente el taxista hace caso omiso y sale del taxi a sacarnos las maletas.
Le pregunto cuanto es y me dice Sixty (60 leus unos dos euros más de lo que marcaba), la verdad es que 21 leus no es mucho pero esa cara que le echó el tío me supo muy malo, así que ya que él no se hizo entender en todo el trayecto me puse a su altura, y saqué 40 Leus, le respondo con un Ok? Los cogió de mala leche se montó en el taxi, dió un portazo y salió como si le persiguiera la policía. Será el último que pida aquí.
Nos costó algo encontrar el hotel, llamando por teléfono, preguntando por la calle a la poca gente que pasaba, hasta que por fin dimos con él, nos esperó una chica en el portal y nos acompañó a la habitación. Era algo raro, dentro de un edificio con otras viviendas, pero la decoración era increíble, modo vintage en pleno centro y además muy económico.
Día 1
Centro de Bucarest y Parlamento
Despertamos el sábado sobre las 10, ya que entre la llegada, dejar las cosas y unas llamadas se nos hizo tarde el día anterior, así que a eso de las 11 de la mañana nos pusimos en marcha para recorrer la ciudad. Desayunamos en el bar que tenían en la planta calle del hotel y al estar tan cerca del centro fuimos hacia allí. La opción de free Tour no estaba activa en estos días, así que tocó recorrer la ciudad a nuestro aire. Como teníamos tiempo de sobra no hubo problemas, pero nunca está de más una visita rápida a la ciudad, quedarte con las historias y una primera toma de contacto. Si pensáis ir a Bucarest y deseáis hacer un Free Tour lo podéis hacer aquí
Caminamos hacia una de las calles del casco histórico, la Strada Lipscani. Como una de las principales calles del centro cuenta con mucha vida, tiendas, bares y alguna que otra sala de strip-tease. Decir que es casi toda la zona peatonal, eso siempre da un plus, y más en una ciudad con tanto tráfico.
Terminando la calle nos condujo a la Plaza Roma, donde se encuentra la estatua de la loba amamantando a Romulo y Remo. Bajando por la avenida podemos comprobar los cambios de esta ciudad, toques comunistas del pasado (edificios y monumentos) con otros capitalistas del presente (centro comercial y grandes carteles publicitarios).
Bajando la avenida vamos hacia la Strada Covaci y llegaríamos a la Biserica Sfântul Anton una Iglesia ortodoxa que es la más antigua de Bucarest. Sirvió durante muchos años para la coronación de soberanos de Rumanía.
Cruzando el canal bajamos hacia una de las calles principales, Bulevardul Unilii, ya podíamos avistar el Parlamento Rumano, inmenso. Es el segundo edificio más grande del mundo detrás del Pentágono. Tuvimos la mala suerte que no hacían visitas por la época en la que estábamos, así que tendrá que ser en otra ocasión. Con lo barato de los vuelos seguro que lo hacemos otro fin de semana. Es una visita imprescindible aquí.
Dejando atrás el Parlamento ya tomamos la vuelta hacia el centro yendo hacia la plaza de la Universidad. A medio camino hicimos dos paradas, la primera en el Banco Nacional (El Palatul), que está construido sobre las ruinas de un monasterio, como ya no servía para la banca moderna fue vendida al municipio de Bucarest por 17,8 millones para convertirla en un museo.
La segunda parada fue para visitar la Biserica Manastirii Stravropoleos, una iglesia con nombre griego que significa ciudad de la cruz. Es uno de los monumentos esenciales del viejo Bucarest. Construida en 1724 y ejemplo de arquitectura ortodoxa rumana. Como curiosidad cuenta con una colección de más de 8000 libros.
Al llegar a la Plaza de la Universidad mirando a la derecha, nos llama la atención la Iglesia de San Nicolás, es una iglesia de estilo ortodoxo ruso, es más, fue financiada por el Zar de Rusia.
Seguimos camino hasta llegar a la Plaza de la Revolución donde se encuentra el Museo Nacional de arte. En esa plaza emitieron todas las televisiones del mundo los últimos momentos de Ceausescu en el poder, fue en 1989. Mientras toda la gente estaba reunida en la plaza, él escapó en helicóptero, aunque horas más tarde era capturado. Nos sorprendió que no vimos ningún turista hasta que chocamos allí con un guía de habla inglesa y tan solo 4 personas. Las fronteras estaban abiertas pero los pocos que viajaban no elegían Rumanía. Desde ahí tan sólo teníamos unos pasos hasta el Ateneo Rumano, un auditorio que data del año 1888 y con una capacidad para 794 personas.
Arco del triunfo y Parque Herastrau
Hasta aquí en un paseo de unas dos horas vimos el centro. Nos dejamos la plaza Unirii, que es junto al Parlamento uno de los símbolos de la ciudad. Como de noche nos comentaron que tenía más animación la dejamos para después de la cena.
Ahora teníamos un camino largo para ir al norte de la ciudad para ver el Arco del Triunfo, así que paramos en un establecimiento de comida rápida para coger fuerzas. Ahora ya podíamos caminar hasta allí y disfrutar callejeando por la ciudad, viendo esos rincones que nadie te cuenta.
Un largo paseo nos deja en el Arco, réplica idéntica al de París, fue construido en 1922 para honrar la memoria de los soldados rumanos que lucharon en la Primera Guerra Mundial.
Allí nos adentramos para recorrer el parque Herastrau. Me sorprendió gratamente ya que así como del Parlamento o el Arco del triunfo habías escuchado cosas, de este parque no había tenido reseñas. Como buen parque de capital europea es inmenso. Estaba repleto de gente paseando, patinando, yendo en bicicleta … Puedes pasar aquí horas que no sé si lo acabas (bueno, tampoco es que sea Central Park). Hay muchos kioskos, puedes montar en barco para navegar por el inmenso lago y cuenta también con exposiciones de plantas y un jardín botánico.
Después de pasar la tarde en el parque nos fuimos en metro de vuelta al centro. Cualquiera se atreve a llamar a un taxi, además de que llegamos en un momento y por 2 euros los 2.
Un breve descanso, una ducha y nos vamos a cenar a uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. El restaurante Caru cu bere, hicimos la reserva ya que hay filas inmensas para poder sentarse. Sirven comida tradicional con música en directo. Probamos el mici, que es una carne tipo salchicha y el famoso postre en Rumanía el papanasi, tiene una textura a medio camino entre el bizcocho y la rosquilla, (otros dicen que es como un donut) relleno de nata y mermelada. Ambas cosas nos agradaron mucho.
Era bien entrada la noche y ya podíamos disfrutar del espectáculo de luces y agua en las fuentes de la plaza Unirii. Nos agradó bastante, así como las vistas a lo lejos desde allí de el inmenso Parlamento iluminad. Otro paseo por el casco más tarde, con mucho ambiente nocturno y nos retiramos al hotel.
Día 2
Nos levantamos pronto. La mala suerte es que hoy es domingo y a esas horas por el centro no hay nada abierto. No soy muy partidario de hacer excursiones ya que me gusta ir a mi bola, pero cuando se va apretado en la agenda creo que es muy buena opción. Aunque sea agosto, creía que no tendríamos excursión debido al coronavirus. Pero sí, y además fuimos los dos solos, con chofer y guía, la mar de cómodos y sin tener que esperar a nadie impuntual. Si tenéis poco tiempo como nosotros y queréis contratar la excursión podéis hacerlo aquí
Nos recogían a las 8:15 y rumbo al Castillo de Peles. La guía fue Anastasia y muy simpática, la pobre nos dio lástima ya que en plena pandemia llevaba meses sin trabajar. Al subir nos dió las gracias porque era su primera salida en 5 meses y también nos dijo que comentáramos en España que era seguro viajar.
Castillo de Peles
Unas dos horas de ruta y ya estábamos en Peles. Abrigado por la zona verde del Parque Nacional Bucegi se encuentra alojado este lujoso castillo. Antiguamente era la residencia de verano de los reyes, de Carlos I de Rumanía y de la reina Isabel de Wiedn. A día de hoy está convertido en un gigantesco museo exponiendo objetos y decoración de aquella época. Cuenta com más de 160 salas y podrías perderte en él. Entre ellas dispone de un Salón de Honor, otro de armas, un gigantesco comedor y con una biblioteca real que alberga una puerta secreta. Tiene expuesto un gran número de cuadros y armas con más de 4000 piezas europeas y orientales de los siglos XIV-XVII.
Una de las cosas que más me gustó, dispone de unas cuantas salas alineadas decoradas de forma temática, una florentina, seguida de la turca y otra árabe. Todas decoradas con objetos de cada lugar, haciendo que por un momento penetres en la cápsula que te transporta al pasado. Para mi uno de los palacios más bonitos que he visto nunca.
A las afueras inmensos jardines, creando una panorámica fotográfica muy bella. Alberga 7 terrazas decoradas con estatuas de piedra y fuentes.
Castillo de Bran
Terminamos la visita en Peles y partimos al Castillo de Bran. Sí, el famoso Castillo del conde Drácula. A veces viajando te llevas gratas impresiones de algo que no esperas, pues aquí fue al contrario. En la región de Transilvania en lo alto de una colina se alza este castillo. Sabemos que Dracula el vampiro es un personaje ficticio tal como lo conocemos. En él original Vlad Dracul o el Empalador, se inspiró Bram Stroker para crear el que más tarde sería uno de los más famosos personajes literarios y cinematográficos.
La cuestión es que el verdadero Vlad Dracul, héroe histórico rumano que gobernó Sighisoara en el siglo XV, jamás vivió en este castillo y apenas pasó unos días de su vida. Así que esas cosas no gustan mucho, ver todo el chiringuito que tienen montado alrededor a través de algo que es mentira. Muchísima gente alrededor y lleno de puestos vendiendo merchandising del Conde.
Aún así era muy buena la imagen, ver el castillo en lo alto y subir hasta él. Es pequeñito y tampoco tiene mucha cosa. Al coger la entrada en las taquillas nos dicen que han abierto una exposición con aparatos antiguos de tortura y que por un extra lo podíamos ver, no tenía ganas de ver aquello y más con un niño de 14 años, así que nos quedamos con la visita standard. Sorprendentemente más cara que la del Castillo de Peles.
Pero lo bonito simplemente está afuera, porque por dentro es pequeñito y algo feo. Se salva las vistas del paisaje desde los patios, o el interior con vistas al patio. Quizás el haber venido de Peles tuvo mucho que ver, pero fue una gran desilusión la visita.
Todo lo que nos sorprendió el de Peles para bien este lo hizo para mal, aunque tampoco nos arrepentimos. Una vez allí hay que verlo sí o sí.
Brasov
La última visita fue la ciudad de Brasov, dónde paramos a comer y tuvimos unas horas para conocer esta pequeña pero bonita ciudad. Lo primero que hicimos fue comer algo rápido y así poder dar una vuelta.
Seguimos en la Región de Transilvania y nos encontramos con esta bella ciudad, pintoresca y con toques medievales. Empezamos la visita en La Iglesia Negra, una iglesia gótica que acapara las vistas de la ciudad. Lo que no cuadra es el nombre, ya que no tiene nada de negra. Pero todo se basa en la historia. Un incendio que arrasó la ciudad en el siglo XVII tiñó sus paredes de negro.
Seguimos por el punto más animado que es la Plaza Stafului, para adentrarnos en el casco histórico, repleto de terrazas, tiendas y con mucha gente paseando. Caminando tranquilamente por sus bonitas calles nos encontramos la Puerta de Santa Catalina que era una de las entradas a la ciudad, es la única que queda en pie ya que antiguamente se alzaban cinco. La Torre Blanca y Negra son otras antiguas torres de defensa de Brasov.
Dado que no contábamos con mucho tiempo no pudimos subir al teleférico que conduce a lo alto del Monte Tampa, seguro que las vistas son maravillosas. Sólo pudimos ver en lo alto su cartel con el nombre de la ciudad, estilo Hollywood. Nos comentaron que hay gente que sube a pie y que es un peligro ya que habitan osos. Otra de las cosas que se veía desde el centro era la Ciudadela de Brasov en lo alto de una colina.
Visita corta, hubiera estado bien unas horas más para disfrutar todo lo que la ciudad te puede ofrecer. Otra agradable sorpresa, alguna vez pasan estas cosas, lo que no te esperas te encanta y lo que deseas verlo hace tiempo te deja un bajón.
3 horas de coche para volver a Bucarest y llegar a las 20 horas, donde aprovechamos nuestras últimas horas antes de tomar el avión al día siguiente por la mañana. Cenamos en el casco histórico una tabla de carnes rumana y más tarde paseamos de nuevo hacia las fuentes de luces. Una hora de volver a callejear el centro y a dormir. Un fin de semana bien aprovechado y primera toma de contacto con el país, que nos dejó buena impresión.
Hasta aquí tenía que acabar el post sobre nuestro fin de semana, pero la mañana siguiente tuvimos otro contratiempo con los señores transportistas. Esta vez elegimos un Uber para ir al aeropuerto, como te pactan el precio antes de salir esta vez no habría problemas como con el taxi. Me equivoqué, una vez que nos dejó en el aeropuerto nos fuimos a comprobar los paneles informativos, pasamos los controles pertinentes y nos dirigimos hacia la puerta de embarque.
En ese momento miré el móvil para valorar la experiencia Uber. Aquí vino la sorpresa, el conductor no había finalizado el viaje y estaba dando vueltas por Bucarest. Tuve que cancelar el viaje y lo que eran 8 euros se convirtieron en 23. Aquí si no estás listo te la cuelan pero bien. Suerte que al estar todo informatizado y hacer la reclamación me devolvieron el dinero. Recomiendo viajar al país, pero tener mucho cuidado con estos piezas, yo iba avisado y aún así casi me la liaron.